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Mi visita a Kiev

 

La primera visita a Kiev parece poder sintetizarse en una sola expresión, enamorarse por los ojos, con independencia de la razón que nos haya llevado hasta allí. En el paseo en coche desde el aeropuerto hasta nuestro destino uno empieza a atisbar una luz y unos colores que difieren notablemente de los de España para desembocar en una ciudad que a nadie sorprendería por romper radicalmente con otras capitales de Europa. Sin embargo, es ese primer día, en ese primer momento que uno se para y observa detenidamente cuando un tsunami de estímulos visuales te revelan que has llegado a un sitio distinto de todos los demás.

Llegados a este punto, lo convencional, lo previsible sería iniciar una suerte de oda a la belleza de sus mujeres, pero esto solo me llevaría a caer en una trampa de tópicos que solo arañaría lo que es una realidad que trasciende cualquier adjetivación.

Así pues, una vez recorrida a pie la gran avenida Khrechatik, transitada por cientos de personas ajenas a la historia que rezuman aquellos edificios de piedra, sobrios y sin memoria, me propongo parar en Maidan Nezalesnosti (Plaza de la Independencia) para pagar el tributo de admiración ante la estatua de Kye, aquel que le prestara su nombre a esta maravillosa ciudad y a su hermana Lebid que inoculó su hermosura en la sangre de sus habitantes.

Contemplar los 360º no son suficientes para apreciar tan impresionante lugar custodiado por Arcángel San Miguel, escoltado de edificios como el de correos o los hoteles Kozazkiy o Ukraïna, así que mi propósito es tirar diagonales desde este punto y en esta ocasión fijar mi primer rumbo por la añeja Mikhailovskaia hacia la Catedral de San Mikhail, como aperitivo de uno de los templos más impresionantes de la Cristiandad, la Catedral de Santa Sofía. Sobran las descripciones, simplemente hay que visitarla al menos una vez en la vida para empaparse de una historia y misticismo que han sobrevivido a los peores años de oscuridad. Cúpulas verdes, pan de oro, reliquias, iconos y toda la majestuosidad extenuarán vuestra curiosidad.

Como colofón a esta primera incursión por Kiev, debemos salir y alternar esa sobredosis de belleza cultural con algo más mundano como hacer unas compras en la cercana Andreivskiy Spusk. Solo se me ocurre comparar la experiencia con la de pasar un domingo en Notting Hill en Londres y en cuyo mercadillo, al igual que en este, encuentras cosas auténticas y otras no tan auténticas, pero donde a buen seguro podrás terminar tu primer día con algún souvenir o con alguna curiosidad.

Views: 696 | Added by: luda | Rating: 5.0/1
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